¿Quién no se ha planteado dar un giro a su imagen personal? Ya sea después de una crisis personal, o bien por alejarse de las tendencias o simplemente por tener un look más innovador… Estas situaciones se pueden perfectamente extrapolar a una empresa que por determinadas circunstancias quiere cambiar su imagen corporativa con una variación en su logotipo, eslogan o nombre. Esto es lo que en marketing se conoce como rebranding. Una herramienta que se ha de gestionar cuidadosamente ya que de ella dependerá la fidelización de nuestro público.
Rebranding proactivo
Ocurre cuando la empresa detecta que una modificación en la identidad de la marca generará nuevas oportunidades de mercado.
Por crecimiento: la empresa se prepara para abrirse a mercados internacionales. El rebranding puede fortalecer la marca y prepararla para competir con horizontes más amplios.
Por nuevas líneas de negocio: si la empresa quiere desarrollar nuevas líneas de negocio, el nombre antiguo de la marca puede ser restrictivo, un nuevo nombre e identidad generalmente responde mejor a los nuevos negocios.
Por redefinición del propósito: la empresa decide mover su propósito por nuevos derroteros. Heroísmo, excelencia, altruismo, exploración…; estos son algunos de los propósitos de las empresas. Un cambio en el mismo influye en todo el ADN de la organización.
Para ganar relevancia: si la empresa nota que su marca pierde notoriedad el rebranding en sí mismo es un gran pretexto para llamar la atención de las audiencias.
Nuevas misión, visión y valores: ¿Qué hacemos, para qué lo hacemos y a quién servimos? ¿Cuáles son las creencias de la empresa? ¿Cuál es nuestro futuro? Un cambio en las respuestas a estas preguntas propicia un rebranding.
Por apertura a nuevas audiencias: si la nueva audiencia no responde favorablemente a la identidad de la marca, un cambio de nombre o logo puede hacerla más atractiva al nuevo público objetivo.
Rebranding reactivo
Ocurre cuando la empresa se ha visto afectada por algún cambio –generalmente negativo- que la obliga a hacer rebranding o plantearse cerrar «el chiringuito».
Por temas legales: si una empresa descubre que su marca está siendo usada por otra conviene hacer cambios. Un pleito legal podría ser más costoso y los resultados no siempre son favorables.
Por fusiones y ventas: cuando una compañía se fusiona o es comprada, el rebranding es la mejor manera de integrar ambas marcas.
Por reputación negativa: si la marca se ve envuelta en algún escándalo, fraude o problema que afecta negativamente su imagen entonces conviene hacer rebranding para cortar de raíz con el pasado.
Por presión de la competencia: si tus competidores han empujado el mercado hacia nuevos horizontes y tu marca está perdiendo terreno, un lavado de cara es una alternativa para subir a la cresta de la ola.
3 cosas a tener en cuenta antes de implementar un proceso de rebranding:
- Es imprescindible analizar en detalle el impacto financiero, organizacional y visual de la renovación de la marca.
- Se deben crear prototipos y probarlos donde corresponde: edificios, merchandising, vehículos corporativos…
- Conviene darle a los colaboradores internos toda la información que merecen y clarificar sus roles en el proceso de rebranding.